POEMA


Fawzia al-sindi

Mi único guía es el aire
Que Dios esté conmigo
para que no abandone a un corazón atormentado
que el tiempo ha roto acumulando desgracias
el terror canturrea su miedo y consume el aleteo del alma
en estado de ruina
Sobre una blancura huérfana me echó el útero
sellada con la palma de la mano de un dueño
Soborno la oscuridad de mi fuero interno
para deletrear una muerte que arde por el ultraje de la vida
Mis antecesores son dos rocas desprovistas de dedos
¿Cómo escaparé hacia una fuente que ignora al arroyo torturado?
¿Cómo, con dos manos errantes y un aire
que suplica la descomposición del cuerpo
para fluir un poco
a no ser que escrute un enemigo mortal que no ve?

A ti, con tu distraída debilidad
esposado por las miradas
el capricho de mi alma es más fuerte
que un cuerpo que se derrumba para permanecer
soy el comportamiento del alma desterrada
me han torturado las trayectorias
la desaparición ha vuelto en mi dirección.

Si no fuera por ti … sería
la vaina de la tierra aplazada
Heme … afilada con la fiebre de la tinta
chorrea la sal de una frente que rechaza la aversión del papel
vigila la ida de la salvación hacia una atadura en espera
suplica que deje la lucha armada del dolor.

Soy la conciencia del paciente,
quien observa a toda gacela que traicione al desierto
y al ciervo amigo del terreno escabroso, 
contemporáneo de un tiempo que se envalentona o, si no, abandona
corro velozmente asustada, anclo mis víctimas
me tapo conmigo misma
subo mi voz
no acaba mi caminar hacia la comedia de los agravios
ni me interesa más que la sangre que fluye
y no se entristece
que es la fuga deseada para el riego de las heridas
sangre que no sigue a su semejante.

Tú, espada de la infancia, 
préstame las bridas de la niñez
para destruir el aire de la nostalgia
para luchar contra los hablares fáciles, 
rechazo violentamente las palabras
la claridad de la hierba del fuego, 
el verde de las ascuas que introducen mi visión.

Permanecí 
sacerdotisa que no sabe 
cómo construir una fidelidad al templo
ni cómo fijar la buena fama del incienso
¿seguirá siendo ella 
la cerámica alheñada con el fuego del paraíso?
¿Conducirá el agua del dolor 
hacia los sedientos del futuro?
¿Sabe cómo la ve el día?
No más que una mujer sola …
por la sacudida de la yugular y el despertar de las hojas
por el temblor del último altar
Conduce la puñalada de la noche
sola.

Publicado en la revista Extramuros: Especial Poetas Árabes, 2003
Coordinación: Belén Juárez